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Políticas holísticas


El movimiento de los ‘chalecos amarillos’ en Francia, que protestan por el aumento del precio del diésel, producto de la política de Macron de subir el impuesto al carbono, ha creado un falso dilema entre la opción de elegir entre acciones y políticas para contrarrestar el cambio climático y la economía de un país.

Primero, este dilema es falso en su definición: el propósito de quienes luchan contra el cambio climático es justamente evitar los peores desastres ambientales y humanos que se podrían provocar por un aumento de la temperatura en el planeta a más de 2 grados centígrados, cuyos mayores afectados serán poblaciones y comunidades de escasos recursos, en el caso de Francia, los agricultores que hoy reclaman por un aumento del precio de la gasolina.

Segundo, Australia, Japón, Alemania e Italia, tienen tasas superiores de impuesto al carbono que la de 40 euros/Ton de Francia. La pregunta lógica es, por qué no ha habido movilizaciones en estos países. Una de las razones es que la política de redistribución del gasto de estos recursos es diferente en cada Estado. Trump ha criticado, sin mucho conocimiento, que esos recursos van a países en desarrollo, pero en la práctica, Macron ha puesto el foco de esos recursos para potenciar a EDF, principal empresa francesa de energía, para que se contemple el cierre de al menos 35 de los 58 reactores nucleares que operan en Francia en los próximos 15 años para desarrollar una matriz energética verde y 100 por ciento de renovables.

Sí, esa es la mejor estrategia a largo plazo para Francia, sin duda. Lo que beneficiaría a los sectores más desprotegidos con costos de energía más bajos. Sin embargo, la transición desde una economía arraigada en el uso de masivo y a escala de combustibles fósiles, como el de todo el planeta, requiere un camino, un paso previo para no afectar a los más pobres, campesinos o personas de bajos recursos en este proceso. Por ello, es clave tener una política holística, acompañada de subsidios, tanto a la demanda de dichas comunidades para que puedan optar a comprar vehículos libres de combustión, como a la oferta de energías limpias y transporte eléctrico, a la espera de que los costos de nuevas tecnologías bajen y que a los consumidores nos lleguen carros eléctricos más económicos, con súper baterías de almacenamiento y con un proceso de escalabilidad de energías como la solar y eólica que transformen los costos de nuestras cuentas de energía en el 1 por ciento de nuestro sueldo.

El otro mito es el financiamiento. Siempre se dice que no hay recursos para financiar acciones climáticas efectivas y que no se trasladan al consumidor, lo cual es falso. Primero, desde el sector privado, hay un compromiso de inversión de 10 trillones de dólares al 2025 de grandes corporaciones internacionales para invertir en negocios libres de carbono que están haciendo bajar los costos de adquisición de muchos productos. El mejor ejemplo, los paneles solares, han bajado en 10 años 70 por ciento, y se pueden encontrar en una tienda de barrio y con instrucciones para instalarlo.

En conclusión, las políticas para enfrentar el cambio climático son holísticas y la forma en que cada país las implementa deben siempre ir alineadas con la esencia de la lucha contra el cambio climático, apoyar a las comunidades más afectadas o desprotegidas por el mismo.


Por: José Palma Tagle.

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